Respeto por los adultos se esfuma entre las generaciones

En la era moderna, donde los valores, principios y modelos educativos inculcados por los ancianos han pasado nada más a los recuerdos de las generaciones anteriores y donde solo nos quedan los relatos de lo que era la época del: buenos días, con permiso, perdón, si señor o señora, y sobre todo el respeto a los adultos mayores.

“En algunas ocasiones me siento a recordar la crianza que nos dieron nuestros abuelos, a mis cuarenta años de edad, extraño, las noches donde nos contaban su niñez (de mis abuelos), la falta de tecnología, la sencillez con la que se vivía, y el respeto que prevalecía con los adultos, ese era el modelo que nuestros abuelos siguieron con nosotros” menciona Felipe Gómez, mientras sale al patio de su casa ubicada en el barrio Teodoro Martínez. Misma en la que han pasado tres generaciones, sus abuelos, padres, ahora él y su familia.

El poblador nos explica que actualmente le da mucha nostalgia ver como la juventud, va perdiendo a pasos agigantados el respeto por los adultos, y ven como estorbos a quienes son museos andantes de la historia.

Cuando fue que cambió todo

DSCN2891-1024x768 Respeto por los adultos se esfuma entre las generaciones

Un incidente que presenció en el mercado municipal de Bluefields Teodoro Martínez, lo hizo reflexionar, un joven de aproximadamente treinta años, que hace chambas (trabajo informal) en este conglomerado sitio, empujó sin intención a una señora, mientras esta caía al piso, el joven solo dijo, disculpe sin detenerse y siguió su camino.  

Otros transeúntes ayudaron a la anciana a levantarse, indignados con la actitud del joven, exclamaron” ¡qué mal educado! A lo que el joven respondió con obscenidades.

Según Felipe, los jóvenes dejaron de apreciar la experiencia, las vivencias, el conocimiento de los adultos, para venerar la modernidad del internet, celulares, globalización, video juegos, influencers. Pero lo que influyó más en el cambio es que nosotros los padres, quienes somos los primeros testigos de las buenas enseñanzas ancestrales, se perdieran con la muerte de los abuelos.

El poblador recalca que, durante la búsqueda de un bienestar económico, los padres salen a trabajar, ocho o más horas, para llevar el sustento a casa, pero pierde el tiempo valioso para educar a sus hijos, “y creemos que, en la escuela, los docentes van a hacer todo el trabajo, pero no, allí se enseñan las letras y los números, claro enseñan valores, pero los esencial está en la casa” menciona.

Lo cierto es que las enseñanzas de vida que dejan las viejas generaciones deben ser retomadas, lamentablemente el estrés y cansancio de los padres no son buenos aliados para fomentar una buena comunicación entre los canales más importantes de la familia, papá, mamá e hijo, y mucho menos para educar.

Y más que un juicio de valores, hay que conocer la realidad, si un padre o madre no trabaja, no podrá darle lo básico a sus hijos, un techo seguro, alimentos, educación y vestimenta.

Otro indicador que los expertos señalan como un factor importante es el mal uso de las redes sociales. Los más pequeños se dejan ensimismar por los «influencers» que muestran una realidad dominada por el materialismo, el egoísmo, el triunfo del éxito bajo la ley del mínimo esfuerzo o el engaño y lo peor, transmiten una realidad de redes sociales que no es la realidad de la vida. Peor a esto es que invitan a los jóvenes a replicar sus comportamientos.

¿Podemos recuperar a nuestros hijos?

Para una madre de familia que consultamos desde Vida Caribeñas sobre este tema, nos asegura que todo es voluntad, y recordar siempre, en los momentos de mayor estrés, cansancio, problemas, decepción, impotencia como padres, es; “que queremos de nuestros hijos, si queremos que la Tablet, el celular, los influencers, los amigos, las malas amistades o cualquier otro factor eduque a nuestros hijos, o nosotros como padres”.

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La madre acepta que “no somos perfectos nadie nos enseñó a ser padre, pero lo que sí sabemos es que nosotros mismo ya hemos pasado por lo que ellos están viviendo ahora, y sabemos las consecuencias que pueden traer las malas decisiones”. Menciona.

Por lo que ella, durante la noche, al salir de su trabajo donde debe estar de pie sus ocho horas laborales ya que trabaja como dependienta en una tienda de la ciudad, tomarse un tiempo para sus dos hijos de trece y ocho años, cocinarles la cena, hacerles tareas y al llegar la hora de dormir orar con ellos.

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