
Desempleo: “Cada quién se gana la vida como puede”
La falta de empleos formales, dispara la necesidad de sobrevivir de la población blufileña, por lo que la proliferación de negocios informales en calles principales, se ha vuelto una forma de generar ingresos diarios para los gastos del hogar, dentro de los cuales esta priorizada la alimentación.
No es un panorama nuevo que las principales calles de Bluefields estén abarrotadas de pequeños negocios que pertenecen al sector informal, estos comerciantes buscan entre la población que transita posibles compradores.
Hasta la fecha se desconoce el número exacto de comerciantes que ofertan sus productos, sin embargo, se especula por fuentes de la alcaldía municipal que aproximan los cientos cincuenta en toda la cuidad. Los cuales están distribuidos en vendedores de mariscos, quesos, verduras y frutas, comidas (preparadas), zapateros, accesorios electrónicos, ropa, entre otros.

Todo es por el desempleo y necesidad
Pero este incremento desmedido de negocios en las aceras no es voluntad propia de las personas, se debe a la condición de desempleo en las familias. La ola de desempleos formales parece no tener fin, ya que innumerables cabezas de hogar ya sea hombres o mujeres, diariamente salen a las calles en búsqueda de una oportunidad para pertenecer a la minoría que oscilan un salario mínimo y que gozan de los ya limitados beneficios del quebrado Seguro Social.
Por lo que las familias aun sin mucha esperanza deciden “emprender” pero este es un concepto que se emplea erróneamente, ya que, lo que se realiza exactamente es un comercio de compra y reventa y en algunas ocasiones con pequeñas modificaciones.
Entonces buscan una pequeña inversión que mayormente es de préstamos e inician su negocio.
Y todo gira entorno a la necesidad de generar un ingreso para sustentar un hogar que cada día es más pesado andar sobre la espalda y que al parecer se llena de plomo, sino se posee un salario fijo.
Comida y gastos, son los rubros que más consumen el ingreso de las familias y que día a día son la mayor preocupación, “yo quisiera no estar todo el día aquí, bajo el sol o la lluvia, pero si no hago esto no como, no pago deudas, yo tengo tres hijos, mi marido y yo trabajamos vendiendo chacalines, sino hacemos esto, no tendríamos para comer, es la necesidad la que tenemos” menciona Maria Tellez.
Para esta mujer la realidad es esa, buscar una forma de generar ingresos, ya que después de múltiples búsquedas de empleos formales, no obtuvieron respuestas. Por lo que decidieron dividirse el negocio y mientras su marido sale a vender chacalines a las calles, ella se postra en una esquina y ofrece sus productos. Las ganancias son destinadas para los gastos y comida de la casa, ya que no ajusta para mayor cosa.
Por otro lado, un comerciante del barrio Central, asegura que “cada quien se gana la vida a su modo” por qué la necesidad es tanta que hasta la pena se les quita. “vos sabes que la necesidad tiene cara de perro, yo no soy viejo en esto, apenas inicio a vender en la calle, pero pasé seis meses sin trabajo, haciendo chambitas, pero no ajustaba para nada, entonces decidí ponerme a vender aquí, y peor es andar robando o cometiendo delitos, tampoco se gana mucho, pero ya sabes que es algo diario y al menos te sirve para comprar arroz y frijoles”
Algunos se molestan, pero todos tratan de cubrir sus necesidades
No obstante, para los transeúntes y conductores les molesta que estos comerciantes ocupen las aceras y en algunas ocasiones hasta las calles para comercializar sus productos, “no podemos cruzar las calle, y en algunas partes encienden fogoneros y es peligroso, para quienes va pasando” mencionó una pobladora.
En el caso de los conductores, la visibilidad de la vía contraria es el inconveniente más destacado, ya que la visibilidad de las esquinas está obstruida por canastos, personas y vendedores.

Lo cierto es que, en todo esto, es que la necesidad y la falta de empleo es un problema a social severo en la sociedad costeña. Bluefields no cuenta con empresa que brinden empleos masivos y prolongados para la población.
Y la mínima parte de la población que está empleada, sobreviven a un salario mínimo que rodea los seis mil a ocho mil córdobas, que apenas ajusta para unos libras de arroz, frijoles, queso y pago de la ilimitada factura de energía eléctrica.
Pareciendo que algún tipo de magia se emplea para ajustar los ingresos, en un hogar que diariamente demanda tres tiempos de comidas, vestimenta, gastos de servicios básicos, escuelas (si hay niños) y los muchos gastos inesperados que se asoman diariamente.
“lo que pasa es que la gente debe comprender y aun que nadie lo dice, ni lo nota, porque además nadie lo anda diciendo, que no tiene que comer en su casa, pero comer hasta dos tiempos (de comida) se está haciendo difícil, el dinero no ajusta, y uno como adulto se engaña con pan y fresco, por eso mismo yo estoy vendiendo aquí, por necesidad, sino me muero de hambre” reflexiona un comerciante de ropa del barrio central.
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